En 2.004 leí un libro de Sal Terrae llamado "Hacia una visión cristiana del islam" escrito en 1990. Curiosamente no he encontrado diferencias en la narración entre los dos libros, pese a estar de por medio el 11-S. (Claro, diría el Polemarca, la apreciación del 11-S como un hito histórico es un fruto de nuestra visión Occidente-centrista) (Vaya, los dos libros de editoriales religiosas, pero no veo otros libros sobre el Islam hoy que no sean panegíricos progres, diatribas despiadadas, alegatos a favor del clítoris o relatos de viajes de esos del Otro Reverte: "Mis cien mejores cervezas en hoteles de lujo africanos")
El libro también dibuja unas personas desmoralizadas y una sociedad en crisis (de hecho este libro se centra más en la sociedad que en las propias personas) que no logran encajar sus estructuras tradicionales con el mundo moderno de inspiración occidental, con los problemas consiguientes para alcanzar el desarrollo humano (libertades, educación, autogobierno) que nosotros asumimos como natural . Para el autor y su bibliografía aparte de los propios eventos del devenir histórico las sociedades musulmanas tienen profundas deficiencias estructurales que dificultan la evolución hacia una sociedad moderna.
Destaca la falta de una sociedad civil. Las sociedades musulmanas se han gobernado desde su origen en las ciudades caravaneras de Arabia de manera despótica, y les falta el tejido cultural que haga a la sociedad independiente de su lider. El autor observa que en las sociedades árabes siempre ha faltado un gobierno urbano independiente del que emana de Palacio. Ni siquiera la autoridad de los ulemas (los maestros religiosos que dirimen desde la mezquita los problemas civiles menores) está formalizada y es irrelevante frente al gobierno.
Analizando porque no sucede ésto en Occidente el autor se remite a la evolución de las ciudades europeas durante la Baja Edad Media, en que la burguesía mantenía el gobierno de las mismas a través del municipio y las distintas asociaciones cívicas. Si se me permite la disgresión yo retrotraería estas estructuras a su vez a otras dos tradiciones. Una es el municipio romano, y más lejanamente las polis griegas, de donde viene el poder municipal y el autogobierno ciudadano. Otra es la Asamblea Germana que supedita la autoridad del rey la aceptación de los notables (los hombres libres). Confluyendo ambas corrientes aparecen las cortes y en unos 700 años y si todo se da bien, el sufragio universal.
La falta de una Iglesia formalizada ata a las estructuras religiosas a los estados y a otros poderosos que sufragan las madrasas, los cuales, al encontrar en el Corán la justificación para un poder absoluto no están muy de acuerdo en que evolucione su interpretación. Es cierto que en el Islam poder, religión y sociedad están intimamente unidos, pero el que lleva la dirección de este yugo es el poder.
Y siempre está el agravio de Palestina que en los últimos años ha visto como el único juez posible (Estados Unidos) se ha convertido en parte interesada, volcado en la defensa de Israel (y aquí señalo que el autor, catedrático de Teología en la Universidad de Navarra, muy presumiblemente del Opus, es un antiisraelí convencido y un feroz crítico de los acuerdos Oslo. Esto supongo que rompe algunos clichés progres habituales que, los que hemos sido testigos de las peleas de Apezarena con Jiménez Losantos ya hemos descontado).
Curiosamente el autor no tiene ninguna confianza en la Autoridad palestina y sólo ve una salida a través de los propios israelíes, al fin y al cabo una sociedad occidental mucho más capaz de gestionarse con madurez y de cambiar sus planteamientos hacia otros más justos.
Finalmente el libro es optimista sobre la evolución de las sociedades islámicas (al contrario que Van Creveld, que augura una vuelta a los camellos, las tribus y los señores de la guerra). En todo el mundo islámico la mayoría de la población aspira a un cambio en las sociedades que las asemejen a las occidentales y si optan por opciones islamistas se debe más a la desesperación frente a la corrupción y desidia de sus gobernantes actuales. Aun así en los últimos 30 años sólo dos países (Irán y Sudán) se han convertido en islámicos.
Aquí añado yo de mi coleto una observación: que los principales obstáculos para la expansión del islamismo no están siendo los gobiernos occidentales, ni los intelectuales residentes en Europa, ni la "Alianza de Civilizaciones", ni siquiera las propias sociedades de esos países, sino los dictadorcillos, los regímenes autoritarios y las monarquías semiabsolutas, lo cual confirma lo que decía Anonymous, y es que el ejercicio de la política está fatalmente reñido con la inocencia.
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