miércoles, octubre 25, 2006

El Duque de Alba


Termino a las 5 de la madrugada (insomnio por llantina filial) la biografía del Duque de Alba (del tercer duque, Don Fernando Alvarez de Toledo) por Henry Kamen. Una biografía extraña, referida a unos tópicos comunes en el Norte de Europa y que nosotros preferimos olvidar. Me gustaría ponerla en paralelo con otras tres biografías de personajes de esta época: Antonio Perez y el Conde Duque de Olivares (de G. Marañón) y Felipe II (el propio Kamen)

La biografía de Antonio Pérez es una obra monumental, un retrato detallado, personaje a personaje, de la Corte de Felipe II. En este cuadro inmenso el personaje del propio Antonio Perez se diluye, también posiblemente por su propio perfil político: un arribista sin pasado que se mueve siempre discretamente, demasiado difuso y demasiado poliédrico.

Frente a él el Duque de Alba es un personaje de una pieza. Forma una ética basada en dos principios únicos: servir al Rey y a su propia familia (siempre por este orden menos en lo que toca a su conflictivo hijo Fadrique, origen de buena parte de sus desgracias). A veces infantil, a veces cruel, pero siempre recto, es una especie de Quijote despiadado. No dejé de sentir simpatía por el pobre anciano, sobrepasado en Bruselas por lo que el Rey necesitaba de él, decidido a emplear hasta el final los únicos recursos que sabía utilizar, la violencia y el terror.

Más persona y más humano es Felipe II. En cierto modo enternece el personaje que retrata Kamen, un hombre prudente, discreto, consciente de sus muchas limitaciones pero lo bastante inteligente como para reconocer y vencer la tendencia familiar a la locura. Para navegar la política europea elige también seguir a ultranza unos valores de referencia. Además es un trabajador incansable que intenta suplir con un enorme esfuerzo personal la ausencia de una estructura sólida detrás de él.

Por último con el que más simpaticé (quizás, seguramente, una crónica identificación con sus circunstancias laborales) fue con el Conde Duque de Olivares. Otro hombre limitado que brilla en una corte mediocre. Olivares vuelca sus propias fuerzas y estira los recursos que tiene (Castilla) al máximo para poder atender con un voluntarismo encomiable todos los frentes que se le abren sin querer renunciar a ninguno.

Veo esta postura españolísima. Y la contrasto con lo que en esa misma época (este contraste es que el sepulta la memoria de Olivares) hace Richelieu en Francia, que es centrarse en montar una organización de los recursos del pais que permita distribuir las cargas entre todos. Es esa manera de pensar, ese grado de indirección, que tanto echo de menos en mis compatriotas y envidio en otras naciones, ese momento para reflexionar: "Si yo quiero hacer tal cosa, ¿de qué medios y qué organización debo disponer?"

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