lunes, julio 28, 2008

Los Ojos del Río Moros y la Pinareja

La Mujer Muerta, obviamente otro día, otra excursión
Aprovecho la fiesta de Santiago para irme al monte. Decido inventarme un clásico: Marichivas, de ahí a los ojos del Río Moros, Tirobarra y la Pinareja. La vuelta igual.

No tengo coche así que para llegar a Marichivas salgo de la estación de Cercedilla por el camino Puricelli (no lo conocía) y subo por un sendero bien marcado junto al arroyo del Infierno. La pista alta se hace pesada (peor todavía a la vuelta), cuando vuelva será desde las dehesas.

En Marichivas intento coger el sendero que lleva directo directo a los Ojos del Río Moros. Pero ya nos decía el Sr. Tuk que los Ojos están encantados y no se les puede encontrar cuando se les busca sino cuando ellos quieren, que suele ser cuando estamos perdidos entre la niebla y la llovizna. La maldición se cumple, cojo otro sendero más bajo, lo pierdo, cruzo el bosque a pelo y acabo mucho más abajo de lo que pensaba. Tengo que buscar una vía de saca y subir recto recto hasta encontrar el sendero original.

A la vuelta compruebo como hay que hacer esta senda, lo anoto aquí para que los discos magnéticos y los trasmisores por fibra óptica venzan la Maldición del Sr. Tuk: desde un hito a unos 40 metros a la derecha desde la propia portilla del collado. Pasados unos arroyos hay una desviación a la derecha que hay que coger.

El sendero es terriblemente bonito y lleva a los Ojos. Desde ellos (todavía tienen agua) subo a Tirobarra y luego, muy despacio muy despacio, a la Pinareja. Allí en la cumbre me encuentro a una pareja de segovianos con los que hablo de veredas, circos y cumbres. Como sin apetito y vuelvo.

Las botas me duelen un montón, no tenía las de trekking y he tenido que coger las de Hielo y Nieve, una versión más mortalmente evolucionada de las Amputadoras de Don Fabrique, aquellas que colgaban de sus hombros mientras andaba, los pies descalzos y ensangrentados, de Belagua a Isaba. En Marichivas, vencidas todas las incertidumbres, me tumbo a ver pasar las nubes y disfrutar de la total falta de prisa.

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