martes, abril 10, 2007
El Francés
Cuando estábamos sacando el paso del convento de las Adoratrices empezó a soplar un viento fuerte desde el otro lado del Ebro. Los portadores oteaban el cielo con ojos de campesino experto: "Ya viene el Francés". "Ya está en Mendavia". A los pocos minutos el viento se recrudeció cerrando de golpe las puertas del huerto que casi tiran a dos monjas al suelo. Empezaron a caer gotitas. "¡Metedlo de vuelta al convento!" "¡Cubridlo con plásticos!". (La figura, un Cristo Cautivo, es nueva y bastante cara). No nos volvimos adentro pero un par de cofrades subieron a las andas a envolver al Cristo con plásticos y celos.
Al rato dejó de llover. Un hermano se subió de un salto a las andas para quitarle al Cristo su embalaje y evitarle la vergüenza de presentarse plastificado en la Plaza del Mercado, que es el punto de reunión de todos los pasos, bandas y cofradías. El hermano llevaba un cúter. "¡Usalo con cuidado! ¡Como si fuese un bisturí!" "¡Ponle las potencias bien tiesas!".
La procesión discurrió sin problemas. Como todos los años el momento más bonito fue la salida de la plaza por la Calle Mayor, abarrotada de gente, con las cigüeñas volando entre las torres de la Catedral y el viento oliendo a primavera.
Cuando ya llegábamos al tramo final empezó a llover de nuevo pero esta vez con fuerza. Con prisas y nerviosismo pusimos las ruedas y guarecimos el paso donde buenamente pudimos, en una galería en los bajos de un edificio, entre una tienda de muebles, una academia de idiomas y una oficina de la seguridad social. Allá nos metimos todos los cofrades, el público y el Cristo a ver como caía la lluvia fumando un cigarrito. La escena era curiosa y los viandantes, de vuelta a sus casas, se paraban a sacarnos fotos con el móvil.
El Hermano Mayor se fue a por la furgoneta de su negocio para llevarse la figura de vuelta al convento sin riesgo de humedades. Los demás bajaron al Cristo (moreno, de tamaño natural, bien parecido) de las andas, lo colocaron allí en medio de la tropa y aprovecharon para sacarse fotos con él, cogiéndole de los hombros como si fuera un cofrade más. Llegó un guardia municipal y me preguntó quien era el jefe "Pues en principio el moreno alto del centro" dije señalando a la figura "pero no sé si le responderá." El policía se volvió al coche patrulla, a tocar la sirena para entretener a los niños vestidos de hábito y capuchón.
Por la calle, mientras tanto, pasaban a toda velocidad las cofradías, los Cristos y las bandas de tambores, cada uno en una dirección, en un caos de desfiles morados, blancos y rojos.
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