La película es una contínua referencia a imágenes gótico-renacentistas europeas. El palacio bebe de los esquemas gótivos (los rostros largos, las mujeres-laud... sí ¡Aquelarre!). El mundo de los ratones es el mundo de Brueghel el Viejo y sus contemporáneos, quizás alguna gota de Vermeer algo equivocada. Y el mundo de las ratas es el mundo infernal del Bosco o del propio Brueghel. Incluso, incluso, aparecen (y es obvio) los retratos de Arcimboldo.
Tampoco puedo recrearme. Vemos la película sentados junto a una especie de amplificador emocional, nuestra hija de cuatro años.
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