lunes, junio 18, 2007

Oe, Real Madrid, oe, oe.

Ayer pasé una hora angustiosa metido en un bar, cogido a una cerveza, mirando temploroso la tele y pensando lo que iba a escribir hoy en el blog, cómo iba a justificar o explicar la hecatombe.

Todas las historias épicas de las que aprendemos tienen un vencedor y un perdedor. La historia la escriben juntos, el vencedor se lleva la gloria y el perdedor la ignominia. ¿Quien tiene más mérito en ese reparto? Borges daba su opinión en el cuento teológico "Tres versiones de Judas".

Ayer el Madrid iba a añadir a sus muchos méritos el de autoinmolarse para enseñar a toda la humanidad futbolística una narración moral que nos demostraría para siempre (por todos los eones, mientras perdure el recuerdo de Raul) la inutilidad de la suerte y la entrega cuando faltan un mínimo de preparación y calidad.

Finalmente Diarra marcó con la nuca. Mi padre y yo saltamos y nos abrazamos, los vasos tibios con los culines de cerveza todavía en las manos. El Madrid había escrito una página épica, una epopeya que proclama a la Humanidad, a esta generación y a todas las venideras que aunque no haya calidad, aunque no haya preparación, la buena estrella y la entrega nos pueden llevar al triunfo.

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