Escribo estas lineas desde un Gite ruraux situado en la estrecha franja que queda entre el bosque de Chinon y los viñedos del valle del Loira, A.O.C. etc... Todo es tan estupendo (casita de piedra con jardín, columpios e incluso gruta calcarea propia, vistas sobre los viñedos y el valle del Vienne) que me siento británico. Me faltan unos cuantos centímetros de altura, me sobran unos cuantos de grosor, tampoco tengo una bonita mata de pelo rubio semiondulado pero intento respetar lo de los mocasines y los pantalones cortos camel o los largos de loneta.
Este es, de acuerdo a la guía, el pais de Rabelais. Rabelais escribió, más o menos a la vez que Cervantes, sobre dos gigantes enormes que comían mucho y libraban guerras por los panecillos de mantequilla. Rabelais, a mi modo de ver, ennoblece a Cervantes. El Quijote es más importante si se sabe que a la vez lo máximo que daban de sí los franceses eran las flatulencias de Gargantua y Pantagruel. Es lo mismo que le sucede a Gaudí pero al revés, que cuando uno sabe que es contemporaneo de Lloyd Wright o de los rascacielos de Nueva York pierde todo su atractivo.
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