Que mal escritor es Baroja. La historia avanza a saltos. Los personajes aparecen y desaparecen misteriosamente. El hilo argumental gira, se desvanece y reaparece en otro punto.
Cuando habla de marinos, contrabandistas, carlistas o negreros no importa mucho, es fabuloso igualmente, pero cuando cuenta la vida de un pollo pera kantiano el lector sufre mucho. Su visión de la ciudad es la que corresponde a un pacato de provincias (esas ciudades de finales del XIX, oscuras y vibrantes, son las que parieron a las vanguardias y a la modernidad). Lo mejor es la galería de tipos. El racismo sería hilarante si no viniera de un vasco.
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