lunes, abril 26, 2010

Contra las guarderías públicas

Ahora que somos familia numerosa entra en lo remotamente posible alcanzar una plaza en una guardería pública. Así que ahí he ido esta mañana a presentar los papeles.

Aparte de mí había otro par de españolas haciendo cola:
- Oye, tía, que todavía no me has enseñado tu tatuaje nuevo.
- Ah, mira.
Lo tenía en la rabadilla. O algo por debajo.

Hasta ahora hemos llevado a las niñas a una guardería privada: pocos maestros, muchos niños, un edificio ajustadamente preparado con escaleras por las que los críos aprenden a subir, bajar y caerse, y escandalosamente cara. La directora hace alcanzar nuevas alturas a la palabra "pesetera".

A cambio la guardería pública es fastuosa: un edificio bonito y funcional, rampas en vez de escaleras, grandes aulas, grandes salas y plantas de interior. Todo eso para una selecta minoría: 7 niños de cero años, 14 de un año y 28 de dos.

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