Las 11:04 y todavía no ha empezado el diluvio.
Los meteórologos han anunciado que el cielo va a caer sobre nuestras cabezas. Miro por la ventana y no lo veo tan seguro. Me estoy imaginando a un grupo de meteorólogos leyendo, hace dos semanas, las espectativas de tráfico para el puente de San José. Cinco millones de desplazamientos, prepárese a disfrutar del placer de conducir despacito. Y un meteorólogo pequeño y calvito diciendo, "Pues yo ya tengo la casa rural reservada en Jaen y no me pienso pasar el puente de Despeñaperros. Trae aquí, que vamos a meter media docenita de nubes en la predicción."
Bueno, bromeo. Soy el último español que cree en Gallardón y en los meteorólogos, lo confieso. Y aunque la primera afición es puramente masoquista, la segunda se basa en decenas de excursiones calado hasta los tuétanos internos diciéndome "Pues vaya, el hombre del tiempo tenía razón."
Por cierto, frente al atasco crónico de la N-I está la oficina de BMW en Madrid, y sobre ella un rótulo descomunal: "¿Te gusta conducir?". Esto ¿es cachondeo?
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