miércoles, febrero 20, 2008

Kosovo, Yugoslavia, España


Nunca entendí el fervor con el que los distintos gobiernos de España han animado la descomposición de Yugoslavia.

En 1991 Alemania todavía pensaba que tendría fuelle para digerir Alemania Oriental, tirar de Europa Occidental y ser la nueva potencia de la Europa eslava. Para ellos tenía sentido hacer aquella barbaridad, el reconocimiento de Eslovenia y Croacia.

Para Estados Unidos Europa sigue siendo el tablero del Gran Juego contra Rusia, así que también para ellos tiene sentido darles alguna ocasional patada en los balcanes.

Pero, ¿para nosotros? ¿Porque tiramos piedras contra nuestro propio tejado? ¿Ha tenido que ser Putin el que nos lo recuerde?

La única explicación razonable es que queriamos vengarnos de las palizas que nos metió Petrovic.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto que es pre-campana electoral? España no ha reconocido el Kosovo.

Realmente incompresible es lo del Reino Unido y Francia. Lo logico seria que el parlamento Escoces y los Ayuntamientos de Pau y Bidart declarasen pronto su independencia.

Anónimo dijo...

Anonimo de arriba es Fabrique, se me olvido firmar

Anónimo dijo...

Y otra cosa, Petrovic era croata!

Fabrique

vancook dijo...

La verdad es que hasta lo de Kosovo España ha estado haciendo el canelo. Que si los serbios eran malos, que si el genocidio bosnio, que si la autodeterminación de los pueblos de Europa... En vez de decir lo que tenía que decir, y es que las fronteras de Europa no se tocan, que bastante disgustos nos han dado.

Ahora ha tenido que ser Putin el que nos recuerde nuestro lugar y no, no hemos reconocido a Kosovo (bueno, el gobierno central no, pero el Parlament Catalán estuvo a punto de hacer algo incomprensible ayer, ERC y el PSC lo presentaron un dia y lo retiraron al siguiente)

Que el tema nos ha pillado con el pie cambiado. En vez de ir a la reunion europea de la cosa a recordarles a ingleses, franceses, italianos, polacos, belgas, rumanos o checos lo delicado de sus propias situaciones, Moratinos estaba en Guinea Bissau. A la vuelta se encontró con el pastel, con el recordatorio que nos puso Putin y, bueno, se está oponiendo en silencio, lo de nuestra firme diplomacia callada.