Librazo, cortito pero librazo. Un hombre común encuentra, cazando en la frontera entre Mexico y Estados Unidos, los restos de una matanza entre traficantes de droga. Y de entre esos restos rescata una maleta con dos millones de dólares. El hombre huye con la maleta, perseguido por Sighurgh, un implacable asesino a sueldo. Hay además un sheriff y una chica y otro pistolero pero bueno, no importan tanto.
Supongo que esta es la novela que le hubiera gustado escribir a Reverte. Eso marca, pienso yo, la diferencia de nivel entre la literatura americana y la española de hoy. Abismal.
La novela me ha recordado algo, claro, a Meridiano de Sangre aunque es más moderada, menos explosiva y colorida. Sighurgh es en casi todo el libro una mezcla de destino y muerte, o de algo peor que la muerte. Así parece un avatar menor del Juez.
Pero al final o casi veo a Sighurgh como un individuo patético, no sé si se puede ver aquí una superación de la perfección maligna del Juez. Creo que esas escenas finales también encierran la opinión de McCarthy sobre las éticas autoimpuestas. Pero habría que ir a la cabaña cueva o torre petrolífera en la que se esconda hoy el autor para poder preguntárselo.
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