Mañana, partido de la selección de aquí.
Las fachadas están llenas de banderas. Los camareros han cambiado sus camisas blancas por la camiseta de la selección. En todas las oficinas cuelgan guirnaldas con los colores nacionales. Muchos de los coches van por la calle con banderitas nacionales ondeando.
El partido, por aquello de la diferencia horaria se juega a las cuatro de la tarde. A las dos se permite en todos los trabajos volver a casa, pero el personal, que es prudente, empalmará con la hora de la comida (las 12) para evitar los atascos olímpicos que preceden tradicionalmente a los partidos. Eso sí, en las tres horas anteriores tampoco esperamos que se trabaje mucho. En los puestos de atención continua o 24x7 se permite al personal llevar televisores personales. Eso si no se ha instalado una pantalla a cuenta de la empresa.
En un alarde de preparación (aquí, si algo gusta, es planificar) en todas las oficinas cuelga el calendario de los partidos de la selección _hasta_la_final. En nuestra empresa, que es española y por lo tanto se la supone más fría y calculadora, se ha distribuido además el calendario hasta la final _si_quedara_segunda_ de su patético grupo.
Aquí nadie ve el futbol solo en su casa, tumbado en el sofá (como es mi costumbre). La gente queda por grupos de amigos o familias en los bares o en las casas. Beben y bromean desde dos horas antes. No falta nadie, ni hombres ni mujeres ni niños ni ancianos. El futbol es como una especie de fiesta con televisión y cerveza.
Para que luego digan que en España gusta el futbol.
1 comentario:
Qué bueno. Aquello es vida!!
Un saludo atlántico.
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