Este año volví a participar en una de las más acendradas tradiciones españolas: suspender procesiones. Condujimos más de 600 kilómetros, dos niñas y tres vómitos, para encontrarnos al Hermano Mayor comunicándonos que la procesión se había suspendido.
Al menos los de la Dolorosa (que es la estrella indudable de nuestra Semana Santa) quisieron dar algo de espectáculo al abundante público. Abrieron la puerta grande de la catedral y, a cubierto, bailaron el paso, tocaron el tambor y las trompetas. El público lo vio desde la plaza, bajo los paraguas y aplaudió agradeciendo el gesto.
Como ya digo esto de las procesiones y la lluvia es tradicional. Hace varios años estábamos todos los pasos reunidos para salir en la misma plaza y amenazaba lluvia. Mi padre y yo nos fugamos un momento para mear en el servicio de la catedral. A sus puertas, en una nave lateral, nos encontramos reunidos al obispo, al deán y al presidente de la Hermandad de cofradías discutiendo si salíamos o no.
(El presidente de la hermandad tenía una historia curiosa. Había empezado como chico para todo de la radio local, hoy lógicamente parte de la SER. La emisora de radio era dueña de unos trajes de romanos que prestaba a la cabalgata de reyes y a la procesión de Viernes Santo. Para evitar destrozos mandaban a este chico acompañando a los trajes, vigilando que sus ocupantes los trataran con el debido cuidado, sin mancharlos o quemarlos con las colillas. El chico tenía talento organizativo y con el tiempo pasó a ser el coordinador, brillante hasta donde yo sé, de ambos eventos. Hace relativamente poco le quitaron el puesto de la Hermandad porque en opinión de las cofradías la procesión era demasiado rápida y no lucía el trabajo del año. La primera procesión sin él se extendió inconcebiblemente hasta bien pasada la media noche, llegamos a la Catedral a las tantas solos, sin público en la calle ni nada. Me retomo)
Los reunidos (recuerdo: el deán, el obispo y el presidente de la Hermandad) discutían si salían o no los pasos. Mi padre, que conocía a casi todos, se integró en el círculo e intervino con un apasionado discurso: "¿Cómo que los pasos se mojan? ¿Y la gente? La gente está en la calle esperando y es de verdad, los pasos son de cartón piedra. Pensemos en la gente que está ahí fuera..."
El comité ejecutivo quedó bastante impresionado y dio orden de salir. Bueno, luego nos enteramos que la orden era de que salieran los pasos de menos enjundia como el nuestro, la Magdalena o la Flagelación, pasos que pueden taparse con plásticos sin menoscabo de su dignidad. Las estrellas de la procesión (la Dolorosa, el descendimiento con su paño de Flandes, el Cristo yacente en su urna de cristal de roca) se quedaron en la catedral a esperarnos.