Ayer me quedé hasta medianoche limpiando el Inbox de mi Outlook (mi Outlook es mi vida, o al menos un buen 75% de ella). Cuando llegué de vacaciones dediqué esos primeros días de aterrizaje a reducirlo, la excusa típica para que no te llame nadie, estoy ocupado poniendo al día los correos. Creo recordar que llegué a 50. Pero ahí me confié, se me escapó, subí otra vez a 300, lo estabilicé entre 170 y 250.
Cuando el Inbox se me desborda, cuando pasa de 50 correos y no puedo repasarlos en diez minutos por la mañana se me desborda la vida. Al menos el trabajo. ¿Cuantas deudas tengo acumuladas en letra negrita? ¿Cuanto debo y no lo sé? Laboralmente estoy ciego. El trabajo se convierte en un continuo ir y venir de las profundidades del Inbox a su superficie, sin poder pasar a la Task List.
Ayer me quedé hasta medianoche y acabé con el Inbox en 12. Es la felicidad servil.
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