El 200 aniversario del Dos de Mayo da a los escritores la oportunidad de enriquecerse legitimamente para aprovechándose de la publicidad oficial, vender libros. Reverte, que tiene el verbo fácil y un gusto por lo militar, los español y lo napoleónico, la aprovecha, igual que hizo en su momento con "Cabo Trafalgar" (logicamente, de 2004).
Pero la sombra de Galdos sigue siendo igual de alargada, y Reverte intenta encontrar "algo" que lo distinga (y esto es una tontería, porque aquí ni Dios ha leido ya a Galdós). Reverte busca dos vías distintas:
Por un lado, ya que escribe para Alfaguara/Prisa y estamos en plena Alianza de Civilizaciones, Reverte intenta colocarse en un punto medio entre, digamos, el enfebrecimiento exaltado del pueblo y el comedimiento de los tibios y los afrancesados. Por supuesto que no lo consigue. Al fin y al cabo Reverte es Reverte, muy español y le va la marcha bélica y bruta (el suscribiría aquello de Creveld, de que cuando Homero cantaba las azañas de los hombres no se refería a la cría de aves de corral). Aunque intenta suscribir el punto de vista de los personajes moderados al final el que le arrastra y le lleva es el del mismo Daoiz. Es más, tan connatural es para él la sublevación que falla (y aquí funciona mucho peor que Galdós) en explicar porqué se sublevaron los madrileños, porqué estalló ese "día de furia", porque los humildes criados, cocineros, cocheros o artesanos salieron a la calle a matar franceses.
Incluso sin el natural guerrero de Reverte, incluso desde la mirada acomplejada de Américo Castro, este libro nunca podría resultar neutral. Porque los afrancesados eran pocos y el engaño de Napoleón era obvio para todos.
Por otro lado, y éste es el ejercicio más espectacular de la obra, Reverte apuesta por colocar a más de quinientas personas con nombres y apellidos en los distintos lugares de Madrid. Algunos son fáciles (Murat o Goya) pero la mayor parte son personajes humildes y de apariencia intrazable. Esto es lo más valioso del libro, colocar en lugares reales a personas reales, con nombre, apellidos, origen y profesión. Por momentos es casi aburrido (ristras de personas ejecutadas, arcabuceadas o ametralladas en tal o cual calleja) pero termina por componer un retrato valioso de los madrileños de la época y el momento (con sus oficios humildes, a veces ambiguos, sus nombres sencillos y su patriotismo).
De hecho el libro pide a gritos una edición anotada que deslinde lo que ha inventado el autor de lo que ha tomado de fuentes, y que explique de qué fuentes lo ha tomado (creo que buena parte de la información tiene que venir de informes posteriores a la guerra pidiendo pensiones) así como el destino de cada personaje, lo que les fue sucediendo en los 6 años siguientes.
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