lunes, junio 07, 2010
En la Feria del Libro
Viernes tarde, Feria del Libro con las niñas. Para desgracia de la feria y fortuna nuestra han dado fiesta-puente por el Corpus de manera que el fin de semana central hay mucho menos público y podemos pasear tranquilamente, sin miedo a oír por los altavoces la tradicional cantinela: "En la caseta 42 Pablito, de cuatro años, espera a sus padres. En la caseta 59 firma sus libros..."
Por cierto, me dan siempre una cierta cosilla (respeto, repelús) los escritores que firman sus libros en las casetas, sobre todo esos que están solos, que no les hacen caso ni los de la caseta. Vas andando un poco abstraído, ojeando libros, y de repente notas que al otro lado del mostrador hay sentado un pobre autor mirándote ansioso. Seguro que ha tenido que salir antes del trabajo para poder pasar la tarde firmando libros (o dejando de firmarlos) ¿Habrá explicado en su oficina que es que escribe? Lo dudo. Seguramente habrá puesto alguna excusa más cabal: es que el niño tiene hoy función, o la muela, la de siempre, sí, otra vez el empaste. El caso es que ves ahí al escritor y ¿qué haces? ¿Te pones a ojear su libro? ¿Y si no te gusta ni quieres comprarlo, ni consideras que un libro autografiado sea más interesante? Y si el autor es conocido casi que peor porque al desprecio unes entonces un algo de insolencia, ese señor ha salido en televisión y yo no, y aun así no le voy a comprar su libro y eso que lo necesita para comer o para poder regalarse un iPad por la Feria, para celebrarlo. Además los escritores tienen siempre un tono más cerúleo, más sudoroso y despeinado en la Feria que en la realidad, quiero decir, que en la televisión. Bueno, Gala no, Gala siempre está más anaranjado. El caso es que suelo dar un rodeo respetuoso, casi religioso.
Desbarro. Mi recomendación para ir con niños es, como siempre, la planificación. Voy en coche y aparco en Menéndez Pelayo a la altura de Sainz de Baranda. Ahí mismo hay indicaciones para un parking de pago si no quedara sitio. Entramos por la entrada del parque más cercana que nos deja en un minuto en el Paseo de Coches justo donde empieza a haber doble fila de casetas. Rechazo el microinfierno del Pabellón de Concentración Infantil y prefiero caminar con las niñas algo separado de las casetas, primero de ida y luego de vuelta por todo el segmento sur de la Feria, con cuidado de aprovechar bien las sombras. Cuando hay una caseta infantil nos acercamos, las niñas entran si es de las de tipo abierto o se suben a los escaloncitos que les tienen colocados. Las dejo que toquiteen los libros (no deben ponerse nerviosos los libreros, es a lo que han ido y por lo que han puesto los libros ahí, el precio del libro infantil compensa de sobra los ejemplares de muestra manchados, masticados, aplastados o pisoteados) y negocio con las crías las adquisiciones (el librero atiende un poquito ansioso a ver si hay venta, alguna vez interviene sugiriendo algún otro libro más adecuado o más caro) Llevo anotadas algunas casetas para darle estructura al recorrido: Kalandraka en la 314 (realmente buena) Kokinos en la 240 (poco nuevo, unos desplegables que no dejan tocar a los niños), Edelvives en la 246 (te regalan un sombrero si compras un libro) además de bastantes librerías.
En cuanto a las adquisiciones he intentado seguir la política impulsiva que recomienda la señorita I. Bueno, quizás con niños sea mejor algo más meditado, anotar y luego, antes de salir, debatir qué nos llevamos.
Terminamos en el bar terraza donde no hay helados ni horchata, solamente granizado de limón. Ahí ojeamos los libros recién comprados y leemos juntos "Frederick".
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