En botas
domingo, octubre 22, 2017
Tabarnia
Pues eso, fantástico, Tabarnia. La primera campaña independentista a la que basta con hacer copy-paste de otra.
domingo, junio 14, 2015
De qué hablo cuando hablo de correr
Blogger ya no me deja poner un enlace en el título, así que tendré que ponerlo aquí. Es lo que tiene escribir de guindas a brevas, que te van cambiando la máquina de escribir, el blog en este caso.
Este es un libro corto de Murakami, una especie de pequeñas memorias sobre su afición a correr. Murakami relaciona esta afición y su disciplina con su manera de escribir. El escribe como corre, de una manera disciplinada, planeada, sin sprints ni explosiones.
Aunque este libro no sea una novela el estilo de Murakami es perfectamente reconocible. De hecho es más reconocible: se ve por fin a ese escritor internacional, absolutamente no localista, más a gusto quizás en Bostón que en Tokio.
Aunque este blog personal siempre ha sido muy poco personal esta vez (este año) me voy a permitir una excepción.
Para mí correr siempre ha sido un suplicio obligado, un petardo, un aburrimiento. A mí lo que me gusta es salir al monte. Para correr me tengo que poner la radio, alguna tertulia política encendida, e intentar ovidarme de que estoy aporreando la calle.
Corro porque tengo que hacer algún ejercicio, para cuando finalmente pueda volver a la montaña. Elegí correr. Mi padre siempre ha opinado que la carrera tiene una cierta superioridad moral. Y corro ateniéndome a ciertos parámetros éticos: siempre por la calle o el campo, nunca en un gimnasio. Corro por la noche desesperado y aburrido como los soldados americanos en la carrera final de Black Hawk Down ("the Mogadishu Mile")
Pero, que caramba, leyéndolo he reconocido las sensaciones de Murakami. Y me he dado cuenta de que en algún plano profundo, o extraño y perpendicular, realmente disfruto corriendo. No es placer, no. Pero sí satisfacción.
Me he sentido animado y la semana pasada he salido a correr algún día más. También he vuelto a escribir.
Este es un libro corto de Murakami, una especie de pequeñas memorias sobre su afición a correr. Murakami relaciona esta afición y su disciplina con su manera de escribir. El escribe como corre, de una manera disciplinada, planeada, sin sprints ni explosiones.
Aunque este libro no sea una novela el estilo de Murakami es perfectamente reconocible. De hecho es más reconocible: se ve por fin a ese escritor internacional, absolutamente no localista, más a gusto quizás en Bostón que en Tokio.
Aunque este blog personal siempre ha sido muy poco personal esta vez (este año) me voy a permitir una excepción.
Para mí correr siempre ha sido un suplicio obligado, un petardo, un aburrimiento. A mí lo que me gusta es salir al monte. Para correr me tengo que poner la radio, alguna tertulia política encendida, e intentar ovidarme de que estoy aporreando la calle.
Corro porque tengo que hacer algún ejercicio, para cuando finalmente pueda volver a la montaña. Elegí correr. Mi padre siempre ha opinado que la carrera tiene una cierta superioridad moral. Y corro ateniéndome a ciertos parámetros éticos: siempre por la calle o el campo, nunca en un gimnasio. Corro por la noche desesperado y aburrido como los soldados americanos en la carrera final de Black Hawk Down ("the Mogadishu Mile")
Pero, que caramba, leyéndolo he reconocido las sensaciones de Murakami. Y me he dado cuenta de que en algún plano profundo, o extraño y perpendicular, realmente disfruto corriendo. No es placer, no. Pero sí satisfacción.
Me he sentido animado y la semana pasada he salido a correr algún día más. También he vuelto a escribir.
martes, noviembre 25, 2014
Galíndez de Manuel Vazquez Montalbán
Galíndez, por Vazquez Montalbán. Estoy leyéndolo porque lo encontré en una lista de 20 mejores libros españoles de final del siglo XX. Bueno, o los españoles son malos escritores, o la lista era muy traidora.
El mayor problema de Galíndez (1991) es que 9 años después Vargas Llosa publicó La Fiesta del Chivo. Y destrozó la novela de Montalbán.
Supongo que V.Montalbán quería hacer algo bueno pero la comparación con Vargas Llosa saca a la luz sus debilidades. El hilo conductor, la becaria americana, recuerda la patética "La Tesis de Nancy". Su novio "socialista español" es un topicazo flojísimo y envejecido malamente. Los agentes de la CIA son de una maldad patética.
Pero el principal damnificado de la masacre de Vargas Llosa es un personaje real, la matanza salta de la novela y afecta a un hombre real. Galíndez es efectivamente, un madrileño chisgaravís, un peón romántico de Aguirre, el típico cacique nacionalista corrupto.
Parece ser que Ayala se lo diagnostica así a Muriel/Montalbán. Que hombre más sensato.
Y con Galíndez la novela deja al vasquismo como lo que es, una cosita cursi, una extracción adolescente de las novelas barojianas por la que ese pobre simplicio fue a morir en el mundo de verdad.
Tremendo Vargas Llosa.
El mayor problema de Galíndez (1991) es que 9 años después Vargas Llosa publicó La Fiesta del Chivo. Y destrozó la novela de Montalbán.
Supongo que V.Montalbán quería hacer algo bueno pero la comparación con Vargas Llosa saca a la luz sus debilidades. El hilo conductor, la becaria americana, recuerda la patética "La Tesis de Nancy". Su novio "socialista español" es un topicazo flojísimo y envejecido malamente. Los agentes de la CIA son de una maldad patética.
Pero el principal damnificado de la masacre de Vargas Llosa es un personaje real, la matanza salta de la novela y afecta a un hombre real. Galíndez es efectivamente, un madrileño chisgaravís, un peón romántico de Aguirre, el típico cacique nacionalista corrupto.
Parece ser que Ayala se lo diagnostica así a Muriel/Montalbán. Que hombre más sensato.
Y con Galíndez la novela deja al vasquismo como lo que es, una cosita cursi, una extracción adolescente de las novelas barojianas por la que ese pobre simplicio fue a morir en el mundo de verdad.
Tremendo Vargas Llosa.
domingo, septiembre 22, 2013
Kindle vs Libro de papel. La comparación definitiva.
Desde hace más de un
año vengo usando un Kindle para leer libros. Me hubiera gustado disponer
entonces de alguna comparativa escrita por un aficionado moderado a la lectura
como yo. Por si a alguien le pudiera ser de utilidad, aquí pongo la mía.
Para empezar, la
energía es un problema. A mí un libro nunca se me ha apagado en el water y eso
es muy, muy desagradable. La batería aguanta mucho, realmente no le llevo la
cuenta, pero cuando se empeña en que lo recargues se pone pesado y muy molesto.
En la mano el kindle
da una cierta impresión de fragilidad, da miedo meterlo en una maleta debajo de
otras cosas. Pero eso se soluciona con facilidad: es obligatorio ponerle una
funda de las que venden. Además son muy bonitas y muy agradables al tacto.
La pantalla de tinta
electrónica se lee siempre bien, en cualquier ángulo, también con sol y sobre
todo no cansa. Pero en cualquier caso es gris sobre gris, un poco triste y feo.
Las versiones "paper white" tienen una retroiluminación que la hace
un poco más cansada a la vista.
La mecánica (los
botones) parecen aguantar bien. Están fenomenalmente pensados y son muy
cómodos. Además puedes usar una sola mano: puedes leer tumbado, o andando por
la calle y sobre todo, mientras sostienes una copa de coñac en la otra mano. No tienes que montar una extraña coreografía
de dedos, manos y marcapáginas para beber un sorbo o pegar un lingotazo.
Las manchas sí son
un problema. Si se te mancha una hoja de un libro da más o menos igual, pasa
hoja y olvidado. En el caso peor se te pueden manchar todas las hojas de un
libro. En el kindle cada mancha o tizna de grasilla está en todas las hojas de
todos los libros.
En los viajes es muy
cómodo poder llevar tantos libros en poco espacio. Además te puedes enviar por
correo los papeles que tengas que leer y, con un poco de suerte, salen medio
legibles. Eso sí, si pierdes el kindle te quedas abocado a leer la publicidad
de la revista de la compañía aérea, que es siempre deprimente. Además las
azafatas están obsesionadas con que el kindle es más peligroso que Bin Laden en
un avión así que en los despegues y aterrizajes, lo hagas como lo hagas, tienes
que leer la dichosa revistilla que está asquerosamente manoseada.
Otro problema del
kindle es que como no se ve la portada del libro no te puedes tirar el pisto en
el metro, ni puedes plasmar el espíritu de tu casa a través de los lomos
ordenados y seleccionados de tus libros. La casa de un lector con kindle es
indistinguible de la de un lector del Marca.
También es cierto
que muchos libros plasmando el espíritu de tu casa terminan por ser una especie
de plaga bíblica. Empiezas poniéndolos en doble fila, luego encajonados encima,
luego en pilas tiradas por ahí. Con el kindle eso se acabó. A cambio no sabes
muy bien que libros les vas a poder dejar a tus hijos como legado de tu
existencia, aunque realmente a tus hijos les va a dar igual y acabarán
donándolos a la biblioteca de tu pueblo, lo cual tampoco es malo, acabar en la
pila de descartes para que cualquiera los use para encender su chimenea. De
préstamos nada de nada, pero eso en el fondo te ayudará a conservar tus amigos.
Con el kindle no
volverás a poner un trozo de papel arrancado al periódico como marcapágina ni
te enfadarás si los niños sacan las marcas de los libros. Pero moverse arriba y
abajo por el libro es una tortura. Buscar términos o escribir notas es técnicamente
potente pero tan lento que en la práctica no se puede hacer. Para los mapas o
gráficos de referencia puedes ponerles una marca e irla utilizando, algo
dolorosamente, durante la lectura. Si el color o las fotos son muy relevantes
mejor olvidarlo y comprar el libro en papel.
No es fácil saber
por donde vas. En principio hay una barra que indica el porcentaje de lectura
realizado y la posición de los capítulos, pero si las notas y referencias son
abundantes puedes encontrarte que, al llegar al 70% del libro éste se acaba
bruscamente.
El kindle es
excepcionalmente bueno para la compra compulsiva de libros. Estás en la cama a
las 12 de la noche. Te acabas el libro y compras el libro que en ese momento
quieres, el que te da la gana de tu wish-list, no el que pensaste dos meses
antes que en algún momento te podría interesar y que, mira tú, nunca te
interesó.
Pero elegir los
libros en Amazon tiene su riesgo, sobre todo buscando títulos clásicos. Hay
muchos libros atractivos, gratuitos o baratos que en realidad son escaneados
pasados bárbaramente por un OCR o traducciones automáticas. Hay que tener mucho
cuidado para no empantanarse en uno de ellos.
La posibilidad de
leer los primeros capítulos y decidir si comprases muy poderosa aunque yo,
persona de compromisos fuertes, no he terminado de utilizarla. Me da reparos
morales empezar un libro y dejarlo volublemente, siento que eso debilita mi
voluntad y mi virtud.
He hablado de
comprar. Sí, el español que compra soy yo. Puedes, claro, copiarte esa clásica
lista de 2.000 libros pero entonces ya no lees lo que quieres sino lo que
puedes, y ese es un gran motivo para no leer más. Otro día hablaré de los
precios.
Ahora, la pregunta,
la única pregunta que me debería hacer un lector dudoso es: ¿y tú que haces
ahora? ¿lees más en kindle o en libro de papel? Pues la verdad es que mis
instintos tiran siempre al kindle y lo prefiero al papel.
Dada la igualdad en
pros y contras entre ambos medios ¿Por qué mirando atrás este año he preferido
el kindle un 90% de las veces? ¿Por qué cuando me prestan un libro en papel me
da pereza empezarlo?
Puede ser por un
motivo accidental. El kindle tiene hojas más cortas, así que el lector las va
pasando más rápido. Esto genera un efecto de gratificación automática y
repetitiva (como la de conducir o programar). Sí, creo que leer en un kindle es
más rápido y más gratificante que en papel.
Aunque también, si
echo la mirada atrás en este año, puede ser menos memorable. El libro en kindle
no tiene guardas ni portada ni olor ni textura. Una vez leído se va y se olvida
más rápidamente, le cuesta mucho más aferrarse o sostenerse en nuestra pobre
memoria de lectores moderadamente aficionados.
Espero que estas
breves reflexiones puedan ser de ayuda a alguien.
miércoles, septiembre 11, 2013
Cómo circunvalar Madrid
Imaginemos que el lector viaja de Valencia a Burgos. Lo hace a través de Madrid. Aunque sin duda alguna lo desearía, no tiene tiempo para entrar en la ciudad a tomarse un café con leche en la Plaza Mayor. Quiere rodearla sin detenerse.
¿Cómo debe rodear Madrid? ¿Debe tomar la M-50, la M-45, la M-40 o la M-30? ¿Cual es la mejor manera de atravesar Madrid para hacerlo de la manera más rápida? ¿Es mejor entrar lo más adentro posible o tomar la primera circunvalación que encuentre?
Vamos a dar en este post una respuesta matemática, por tanto perfecta e infalible, a esta eterna pregunta.
Modelemos la red básica de carreteras de Madrid como seis carreteras radiales, equiespaciadas angularmente, dirigidas a Norte, Noreste, Sudeste, Sur, Suroeste y Noroeste. Estas carreteras se numeran del 1 al 6 en el sentido de las agujas del reloj comenzando (número uno) por la carretera que va exactamente hacia el Norte, llamada también carretera de Irún. Todas las carreteras radiales parten de un punto bien conocido llamado kilómetro cero, situado en la Puerta del Sol y en el que deben fotografiarse todos los visitantes de provincias.
Existen cuatro carreteras llamadas M30, M40, M45 y M50 que forman círculos concéntricos alrededor de este mismo punto. Debido al Monte del Pardo y a Tierno Galván algunas de estas carreteras no se cierran completamente. A efectos de este ejercicio podemos ignorar estos lamentables vanos. Vamos a obviar también la posibilidad de atravesar Madrid por sus cinturones internos, las rondas y los bulevares, o por su puro centro, pues la presencia de semáforos, viandantes y manifestaciones altera la pureza de los cálculos.
Imaginemos que queremos ir de un punto rojo a otro de la gráfica adjunta. Ambos puntos están situados a una distancia D de la Puerta del Sol.
Si decidimos tomar la circunvalación más interna posible la distancia a recorrer será:
L1 = R1*alfa + 2*(D-R1)
siendo R1 el radio de esta circunvalación y alfa el ángulo en radianes entre las dos carreteras radiales que queremos conectar. Por el contrario si tomamos una circunvalación más externa, de radio R2, la distancia recorrida será:
L2= R2*alfa + 2*(D-R2)
Queremos averiguar que distancia es mayor, L1 o L2. Comencemos restándolas:
L1-L2= R1*alfa + 2*D - 2*R1 -R2*alfa - 2*D + 2*R2 = alfa*(R1-R2) - 2*(R1-R2)
Es decir:
si alfa > 2, L1>L2
si alfa < 2, L2>L1
Lo cual quiere decir que:
- si el ángulo entre las dos carreteras es mayor de 114 grados es más corto tomar la circunvalación interior
- si el ángulo entre las dos carreteras es menor de 114 grados es más corto tomar la circunvalación exterior
Dado que hay seis carreteras radiales equiespaciadas podemos asumir que el ángulo entre dos carreteras adyacentes es de 60 grados (360/6). Si hay una carretera en medio el ángulo será de 120 grados. Si hay dos carreteras será de 180 grados.
Por tanto: si vamos de una carretera radial a otra adyacente, debemos tomar la circunvalación más externa. En todos los demás casos debemos tomar la circunvalación más interna posible.
Vamos a dar en este post una respuesta matemática, por tanto perfecta e infalible, a esta eterna pregunta.
Modelemos la red básica de carreteras de Madrid como seis carreteras radiales, equiespaciadas angularmente, dirigidas a Norte, Noreste, Sudeste, Sur, Suroeste y Noroeste. Estas carreteras se numeran del 1 al 6 en el sentido de las agujas del reloj comenzando (número uno) por la carretera que va exactamente hacia el Norte, llamada también carretera de Irún. Todas las carreteras radiales parten de un punto bien conocido llamado kilómetro cero, situado en la Puerta del Sol y en el que deben fotografiarse todos los visitantes de provincias.
Existen cuatro carreteras llamadas M30, M40, M45 y M50 que forman círculos concéntricos alrededor de este mismo punto. Debido al Monte del Pardo y a Tierno Galván algunas de estas carreteras no se cierran completamente. A efectos de este ejercicio podemos ignorar estos lamentables vanos. Vamos a obviar también la posibilidad de atravesar Madrid por sus cinturones internos, las rondas y los bulevares, o por su puro centro, pues la presencia de semáforos, viandantes y manifestaciones altera la pureza de los cálculos.
Imaginemos que queremos ir de un punto rojo a otro de la gráfica adjunta. Ambos puntos están situados a una distancia D de la Puerta del Sol.
Si decidimos tomar la circunvalación más interna posible la distancia a recorrer será:
L1 = R1*alfa + 2*(D-R1)
siendo R1 el radio de esta circunvalación y alfa el ángulo en radianes entre las dos carreteras radiales que queremos conectar. Por el contrario si tomamos una circunvalación más externa, de radio R2, la distancia recorrida será:
L2= R2*alfa + 2*(D-R2)
Queremos averiguar que distancia es mayor, L1 o L2. Comencemos restándolas:
L1-L2= R1*alfa + 2*D - 2*R1 -R2*alfa - 2*D + 2*R2 = alfa*(R1-R2) - 2*(R1-R2)
Es decir:
si alfa > 2, L1>L2
si alfa < 2, L2>L1
Lo cual quiere decir que:
- si el ángulo entre las dos carreteras es mayor de 114 grados es más corto tomar la circunvalación interior
- si el ángulo entre las dos carreteras es menor de 114 grados es más corto tomar la circunvalación exterior
Dado que hay seis carreteras radiales equiespaciadas podemos asumir que el ángulo entre dos carreteras adyacentes es de 60 grados (360/6). Si hay una carretera en medio el ángulo será de 120 grados. Si hay dos carreteras será de 180 grados.
Por tanto: si vamos de una carretera radial a otra adyacente, debemos tomar la circunvalación más externa. En todos los demás casos debemos tomar la circunvalación más interna posible.
jueves, junio 23, 2011
Philip Matyszak. Legionario, el manual del soldado romano (no oficial)
Fabuloso. Da lo que promete. Medio en broma medio en serio un manual para aspirantes a legionario, que se convierte de hecho en historia inmersiva. El lector entiende al final que la legión romana es uno de los mejores grupos profesionales que ha habido nunca. Yo soy, ingeniero, devoto admirador de lo romano: organización, eficiencia y modernidad.
si duo imperata inter se repugnantia simuli tibi faciuntur, ambo sequere
si duo imperata inter se repugnantia simuli tibi faciuntur, ambo sequere
Leonard Nimoy. Yo soy Spock.
Una autobiografía parcial de Leonard Nimoy. Es interesante, por un lado, porque el autor escribe desde dentro del mundo de las series de televisión y de Hollywood.
Es más interesante todavía por la relación entre Nimoy y Spock. Por un lado se entiende que Nimoy creó a Spock con un tremendo detalle, con auténtico celo profesional, y ahí hay que dar pate del mérito creativo al obsesivo Nimoy. Pero por otro lado Spock se vuelve tan real que, realmente, existe, aunque sea a costa de vampirizar un fragmento de la personalidad de Nimoy.
Es más interesante todavía por la relación entre Nimoy y Spock. Por un lado se entiende que Nimoy creó a Spock con un tremendo detalle, con auténtico celo profesional, y ahí hay que dar pate del mérito creativo al obsesivo Nimoy. Pero por otro lado Spock se vuelve tan real que, realmente, existe, aunque sea a costa de vampirizar un fragmento de la personalidad de Nimoy.
miércoles, abril 20, 2011
Madrid
Antonio Lopez, el pintor, intentaba explicar a Cristina Lopez Schligting por que le gusta Madrid. Decia que Madrid es una ciudad de verdad, que enseña sus tripas sin verguenza. Y que los artistas españoles siempre han amado la verdad. Cristina no lo entendia.
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